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Renault apuesta por los coches pequeños… pero, ¿los quiere realmente el mercado europeo?

En un momento en que el precio medio de los automóviles se dispara y las restricciones medioambientales moldean cada nueva normativa, Renault propone mirar hacia Japón y recuperar los coches pequeños, accesibles y funcionales. Pero, ¿realmente hay demanda para ese tipo de vehículo en Europa?

Luca de Meo, CEO del Grupo Renault, ha alzado la voz en una entrevista con Auto.it, proponiendo una vuelta a los orígenes de la movilidad urbana: “Tenemos que volver a fabricar coches pequeños que la gente pueda comprar”, reclamó con firmeza. Para él, las regulaciones europeas de las últimas dos décadas han sido contraproducentes, al encarecer de forma innecesaria los vehículos más económicos.

«Es difícil que un regulador sepa más que un ingeniero cuál es la mejor solución», sentenció De Meo, en una clara crítica a la sobrerregulación del sector.

¿Por qué no fabricamos ya coches pequeños?

La razón principal, según el ejecutivo italiano, está en el impacto de las normativas técnicas impulsadas por países como Alemania, que favorecen vehículos complejos y costosos, marginando a los fabricantes que tradicionalmente han apostado por modelos urbanos. Esto ha afectado directamente a países como Francia, Italia o España, donde el mercado de coches pequeños sigue siendo vital para millones de ciudadanos.

Además, De Meo señala que el exceso de elementos de seguridad obligatorios ha terminado por disparar el coste de fabricación de vehículos como el Renault Twingo, un modelo urbano cuya viabilidad económica está en entredicho. Equipamientos valorados en apenas 400 euros suponen una carga significativa para este tipo de coches, en comparación con modelos de gamas superiores donde ese coste es prácticamente marginal.

La inspiración japonesa: los kei cars

Como solución, Renault sugiere importar un modelo de éxito probado: los kei cars japoneses. Estos diminutos vehículos —de menos de 3,4 metros de largo y motores que no superan los 660 cc— gozan de incentivos fiscales, menor carga regulatoria y están perfectamente adaptados a la movilidad urbana.

Pero implantar este modelo requeriría un cambio profundo en la política legislativa europea, que actualmente no diferencia entre gamas económicas y premium a la hora de exigir sistemas de asistencia, emisiones o seguridad.

Demanda contenida: lo que dicen los datos

La paradoja es evidente: mientras Renault defiende los coches pequeños, los consumidores europeos parecen decantarse por modelos más grandes. En 2023, los segmentos A y B apenas representaron el 21% de las matriculaciones en Europa, frente al 51% ocupado por los SUV, los grandes vencedores de la última década.

En España, la situación es similar. Modelos como el Dacia Sandero o el MG ZS —los más asequibles de sus respectivas categorías— lideran las ventas, mientras que urbanos puros como el Twingo apenas alcanzan el 1,4% de cuota de mercado. Aunque la ciudad es el hábitat natural para este tipo de vehículos, los consumidores siguen prefiriendo polivalencia y espacio.

¿Hay espacio para el coche pequeño en la Europa del futuro?

El mensaje de De Meo, aunque idealista, invita a la reflexión: ¿debería la regulación adaptarse a la realidad económica de los ciudadanos? ¿Podemos permitirnos renunciar a una movilidad accesible en entornos urbanos por culpa de una normativa poco flexible?

Lo cierto es que el coche urbano aún tiene retos pendientes: mejorar su rentabilidad para las marcas, convencer al consumidor de su valor práctico y, sobre todo, conquistar un espacio en las políticas de movilidad sostenibles.

La pregunta ya no es si podemos fabricarlos. Es si estamos dispuestos a darles una segunda oportunidad.

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