Los Low Cost son tan rentables como parecen?
El gancho de los bajos precios en un momento de crisis como el actual ha puesto de moda el término low cost. Pero se está desvirtuando el concepto, ser más baratos o hacer promociones no convierte a una empresa en una low cost real. Para que la cosa funcione y merezca la pena desde un punto de vista empresarial, los beneficios deben de ser intocables.
“No se trata de poner precios bajos para sacar stop de mercancía, o de reducir el margen de beneficio”.
Para poder adaptarse a esta línea de negocio hay que tener en cuenta ciertos aspectos, que permitan ser más rentables, incluso que la competencia, ¿tirando los precios? “Hay que hacer una reinvención del modelo de negocio.
En la actualidad el modelo que se impone no tiene nada que ver con el que se aplicaba hace algunos años caracterizado por su bajo nivel. Hoy un low cost es sinónimo de buena calidad a muy buen precio.
El concepto Low Cost anteriormente estaba asociado al modelo de negocio chino en referencia a las cadenas de restaurante.
Una de las preguntas que más flota en el ambiente empresarial es ¿Cómo se consigue ser entable con ofreciendo precios Low Cost? Existen diferentes respuestas a ello. Lo primero que se debe tener en cuenta es que se tiene que reinventar el modelo de negocio un proceso de innovación total, para ajustar los costes y ofrecer mejores precios sin menoscabo de la calidad” ajustando al máximo los costes para no tener que repercutir el exceso en el precio final al cliente.
Algo que aparenta ser muy sencillo, pero difícil de poner en práctica. Lo más importante a tener en cuenta es determinar nuestro nicho de mercado, y que estrategia vamos a seguir en consecuencia a las características de los productos que ponemos en el mercado.
Para idear productos de éxito hay que pensar en negocios de practicidad. Cualquier producto que exista en el mercado y al que le puedas quitar todas
suplementos innecesarios te permitirá llegar a más clientes o aumentar el consumo.
El modelo de negocio Low Cost tiene sus ventajas y sus dificultades para ponerlo en práctica. No es sencillo, ni es una fórmula mágica con la que conseguir rentabilidad de la noche al día. Sí tiene pros que se podrían resumir en dos:
Adaptación al entorno.
Se trata de amoldarse a la realidad de un nutrido grupo de consumidores que han notado cómo su capacidad adquisitiva se ha visto seriamente mermada y que, pese a todo, tienen que seguir gastando, aunque con un mayor control.
Reducir de forma considerable los precios respecto a la media del sector da oportunidad a este segmento de población de acceder a productos y servicios.
Perspectiva de crecimiento.
Por un lado, en un momento como el actual el modelo permite un mayor potencial de crecimiento en ventas, aunque eso no signifique necesariamente mayores beneficios.
Sin embargo, al otro lado hay inconvenientes o, más bien, dificultades que pueden ser decisivos a la hora de poner en marcha un negocio con esta filosofía.
Destacaría dos fundamentales:
El imprescindible control (estricto) de los costes. Hay quien dirá que es un principio que también se puede aplicar al modelo tradicional, pero en este caso el aquilatamiento debe ir mucho más allá. Reducir el precio hasta en un 30% respecto a la media del mercado implica un esfuerzo ímprobo.
Riesgo de empeoramiento de la calidad. Tratar de ajustar los márgenes a costa de la calidad del producto o servicio final es “pan para hoy y hambre para mañana”. Caer en ese error es una tentación.