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El poder de una buena noche: cómo el sueño impulsa el rendimiento escolar

Con la llegada de septiembre y el inicio del curso escolar, muchas familias se preocupan por preparar el material escolar, organizar horarios y planificar actividades extraescolares. Sin embargo, hay un aspecto fundamental que a menudo pasa desapercibido y que puede marcar la diferencia en el rendimiento académico y en el bienestar de los más pequeños: el sueño.

Durante las vacaciones de verano, es habitual que los niños y adolescentes se acuesten más tarde y reduzcan sus horas de descanso nocturno. Esta alteración de la rutina puede parecer inofensiva, pero tiene un impacto directo en su capacidad de concentración, en su estado de ánimo y en su energía diaria. Retomar los horarios de sueño adecuados no es solo recomendable, es esencial.

¿Por qué es tan importante el sueño en la edad escolar?

El cerebro infantil y adolescente necesita descansar más que el de un adulto, ya que se encuentra en pleno desarrollo. Durante el sueño profundo se consolidan los aprendizajes adquiridos, se fijan recuerdos y se produce la reparación física del organismo. Es decir, dormir bien no solo ayuda a rendir más en clase, también favorece el crecimiento y el equilibrio emocional.

Un niño en edad escolar necesita entre 9 y 11 horas de sueño, mientras que los adolescentes requieren de 8 a 10 horas. Dormir menos de lo recomendado de forma habitual puede provocar falta de atención, irritabilidad, bajada del rendimiento académico e incluso un mayor riesgo de problemas de salud a largo plazo, como sobrepeso o alteraciones en el sistema inmunológico.

Cómo recuperar la rutina de descanso tras el verano

La vuelta al cole es el momento ideal para reestructurar los hábitos de sueño. Algunas recomendaciones prácticas para las familias son:

  • Ajustar horarios de forma progresiva: no basta con cambiar la hora de dormir de un día para otro. Lo ideal es adelantar la hora de acostarse y levantarse en tramos de 15 a 20 minutos hasta llegar al horario deseado.
  • Desconectar de las pantallas: la luz azul de móviles, tablets y televisores interfiere con la producción de melatonina, la hormona del sueño. Lo más recomendable es evitar dispositivos al menos una hora antes de dormir.
  • Crear rutinas relajantes: leer un libro, escuchar música tranquila o tomar una ducha tibia ayuda a señalar al cuerpo que es momento de descansar.
  • Mantener horarios estables, incluso en fin de semana: las alteraciones bruscas de sueño, como trasnochar el viernes y el sábado, pueden dificultar la adaptación al horario escolar durante la semana.

Dormir bien, estudiar mejor

El descanso no debe verse como un lujo ni como un simple complemento a la rutina escolar, sino como un pilar esencial del aprendizaje. Un estudiante que duerme bien está más atento, retiene mejor la información y se siente más motivado para afrontar sus tareas. Al mismo tiempo, mejora su salud física y emocional, lo que contribuye a un desarrollo integral.

Invertir en el sueño es invertir en el futuro. Y ahora, con el inicio del curso, es el momento perfecto para recordarlo.

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