Durante más de dos décadas, Google y otros buscadores han sido la herramienta por excelencia para responder cualquier duda, encontrar información o descubrir nuevos productos y servicios. Es una rutina tan natural que muchas personas ya no la piensan dos veces: abren el navegador, teclean su búsqueda y eligen entre los primeros resultados. Pero en pleno 2025, un nuevo hábito está ganando terreno rápidamente, especialmente entre los más jóvenes. Hoy, muchos prefieren abrir TikTok, Instagram o YouTube cuando necesitan saber algo. Ya no buscan solo respuestas: quieren experiencias.
Este cambio no es anecdótico ni puntual. Según recientes estudios sobre comportamiento digital, casi el 40 % de los usuarios entre 18 y 30 años utilizan redes sociales como motor de búsqueda principal. No se trata simplemente de ocio o entretenimiento: buscan recomendaciones de productos, tutoriales paso a paso, noticias, consejos sobre salud o bienestar, ideas para viajar, recetas y más. Y todo esto lo consumen en vídeos breves, directos y, sobre todo, visualmente atractivos.
¿Por qué? Porque el formato tradicional de texto ya no basta. La Generación Z —y los más jóvenes de la generación millennial— han crecido rodeados de estímulos audiovisuales. Valoran lo auténtico, lo inmediato y lo emocional. No solo quieren saber qué dice alguien, sino cómo lo dice, qué tono usa, cómo lo muestra, qué comentarios recibe de otros usuarios. Es una forma de consumo de información profundamente social y comunitaria.
Además, la autoridad en este entorno digital ya no la otorgan únicamente los expertos. Un creador de contenido puede tener más influencia que una fuente académica, si sabe conectar con su audiencia, transmitir de forma clara y generar confianza a través de su estilo personal. Esto tiene ventajas y desafíos.
Por un lado, democratiza el acceso al conocimiento: más voces pueden ser escuchadas, más perspectivas pueden compartirse. Por otro, abre la puerta a la desinformación, a las verdades a medias y a los consejos poco rigurosos. En este nuevo panorama, la responsabilidad recae tanto en los creadores como en los usuarios: saber filtrar, contrastar, verificar.
El impacto de este cambio va mucho más allá de cómo buscamos cosas en Internet. Está transformando el marketing digital, el posicionamiento SEO, la manera de enseñar, el diseño de productos digitales y hasta la forma en la que se genera opinión pública. Las marcas que lo han entendido están adaptando su estrategia: ya no basta con aparecer en Google, ahora hay que ser relevante en TikTok, visible en Reels y conversable en Stories. Esto implica un nuevo lenguaje visual, mayor agilidad en los contenidos, una narrativa más cercana y humana.
Y no solo las marcas. Los medios de comunicación, los educadores, las instituciones públicas e incluso los científicos están replanteando cómo comunicar en este nuevo ecosistema. Porque no se trata de elegir entre redes sociales o buscadores tradicionales, sino de comprender que los hábitos de búsqueda han evolucionado, y con ellos, nuestras expectativas sobre la información.
En definitiva, la pregunta ya no es solo “¿qué quiero saber?”, sino también “¿cómo quiero que me lo cuenten?”. Y si las plataformas de vídeo corto son ahora el canal preferido por millones, debemos preguntarnos: ¿estamos preparados para ofrecer información veraz, accesible y de calidad en estos nuevos formatos?
El conocimiento sigue siendo poder. Pero en la era de TikTok, ese poder depende de la capacidad de conectar, emocionar y comunicar con claridad, en apenas unos segundos.










































