La cavidad bucal no es solo una parte del cuerpo dedicada a la masticación y la fonación; es una puerta de entrada al organismo y un reflejo directo de nuestra salud general. Una higiene oral deficiente puede desencadenar procesos inflamatorios crónicos, debilitar las defensas del cuerpo y aumentar el riesgo de desarrollar diversas enfermedades sistémicas.
La boca como primera línea de defensa
Según la doctora Carmen Llena Puy, especialista en Estomatología y catedrática de la Universitat de València, la cavidad oral actúa como una primera línea de defensa inmunológica. La saliva contiene inmunoglobulina A (IgA), lisozima y otras proteínas antimicrobianas que ayudan a controlar el microbioma oral. Además, las encías actúan como una barrera física que impide la entrada de microorganismos y mediadores inflamatorios al resto del organismo.
Consecuencias de una higiene oral inadecuada
Una higiene bucal insuficiente puede alterar el equilibrio de la microbiota oral, compuesta por más de 700 especies bacterianas, favoreciendo la proliferación de patógenos y el desarrollo de enfermedades como caries, gingivitis y periodontitis. Estas condiciones generan inflamación crónica local que libera mediadores inflamatorios al torrente sanguíneo, contribuyendo a una inflamación sistémica persistente. Se ha demostrado una alta correlación entre la periodontitis y enfermedades como diabetes, trastornos cardiovasculares, artritis reumatoide, enfermedad intestinal crónica, cáncer colorrectal y alteraciones renales o hepáticas.
La prevención como herramienta
La prevención es fundamental para mantener una salud bucal óptima. Un cepillado eficaz dos veces al día con pasta fluorada y la limpieza interdental diaria son esenciales para mantener una microbiota equilibrada y reducir los focos de infección crónica. Evitar enfermedades como la periodontitis previene la liberación continua de mediadores inflamatorios hacia la sangre, lo que contribuye a mantener el sistema inmunológico regulado y eficiente.
Grupos de población más vulnerables
Determinados grupos de población son más vulnerables frente a los efectos de una mala salud bucodental sobre la inmunidad. Durante el embarazo, por ejemplo, los cambios hormonales, la modificación de la dieta y la reducción de las intervenciones de higiene bucal contribuyen a un cambio en el equilibrio microbiano bucal, aumentando la susceptibilidad a las enfermedades bucales. Además, algunas enfermedades sistémicas de carácter inmunológico, como el lupus eritematoso, el síndrome de Sjögren o la enfermedad intestinal crónica, pueden debutar con signos y síntomas en la cavidad oral.
Cuando el sistema inmunológico está comprometido, como en el caso de personas con VIH, en tratamiento con quimioterapia, inmunosupresores o bajo estrés, las infecciones oportunistas en la boca, como candidiasis, herpes o úlceras recurrentes, aparecen con mayor facilidad. Asimismo, la cicatrización de lesiones en la cavidad oral se ve ralentizada en personas con defensas bajas.
El mantenimiento es la clave
Mantener una higiene oral adecuada no solo previene enfermedades bucales, sino que también fortalece el sistema inmunológico y reduce el riesgo de enfermedades sistémicas. Una boca sana es un reflejo de un cuerpo sano, y cuidar de ella es una inversión en nuestra salud general.











































