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DANA. La tormenta que nos cambio

Impacto económico, político, social y cultural de una catástrofe que marcó un antes y un después en España

Cuando aún resuenan los ecos de las sirenas, del barro que bañó calles, de hogares, de empresas, del lamento silencioso de quienes lo perdieron todo, surge una pregunta inevitable: ¿qué ha cambiado desde aquella catástrofe? Hace meses, una de las peores ­y más reveladoras pruebas de nuestra vulnerabilidad frente al clima se hizo tangible en la península Ibérica. El fenómeno conocido como DANA siglas de “Depresión Aislada en Niveles Altos” ­irrumpió como tormenta, como tormenta de destrucción, en una zona que quizá creíamos preparada, pero que la naturaleza mostró que no lo estaba del todo.

En este especial se pretende recorrer desde el momento del impacto hasta la actualidad: qué pasó, cómo reaccionamos, qué resta del antes, cómo será el después. Será un viaje por el ámbito económico, político, social y cultural de la crisis, un análisis cercano pero profesional, pensado para que los lectores de Magazín Digital entiendan no solo los números y las declaraciones, sino también los relatos humanos que subyacen bajo ellos.

El suceso: cómo se formó la DANA y su llegada

La DANA es un fenómeno poco intuitivo para el público general: una masa de aire frío que se aísla en altura y que cuando choca con aire cálido cargado de humedad, especialmente sobre el mar Mediterráneo, desata lluvias torrenciales, tormentas y, frecuentemente, inundaciones graves. En el caso que nos ocupa, la configuración meteorológica fue especialmente agresiva: aire frío en altura, mar cálido (que favorece la humedad), y una circulación que permitió que la perturbación se mantuviese sobre territorio bastante tiempo. El resultado fue devastador: intensas precipitaciones en pocas horas, crecidas de ríos y barrancos, inundaciones de zonas residenciales, industriales, agrícolas… La dimensión del desastre, aún en estudio, anticipa un antes y un después para las regiones afectadas.  Pero lo importante: no basta saber que “vino la tormenta”. Hay que entender las debilidades previas (infraestructuras, urbanismo, prevención), la magnitud del evento y la cadena de efectos que desencadenó.

IMPACTO ECONÓMICO: PÉRDIDAS, RALENTIZACIÓN Y RECONSTRUCCIÓN

Magnitud del daño

Se estima que los daños de la DANA alcanzan cifras enormes: por ejemplo, la cifra de 22.000 millones de euros se ha manejado como estimación del golpe inicial a la economía de la zona afectada.  Otro informe habla de pérdidas de entre 16.600 y más de 17.000 millones de euros para determinados ámbitos. Para una región que ya enfrentaba retos, este impacto equivale a una ralentización del crecimiento: se estima que en una comunidad como la valenciana, el crecimiento económico se redujo entre 0,2 y 0,3 puntos por esta catástrofe.
Las pérdidas se registran en varios frentes: destrucción de viviendas, de infraestructuras (carreteras, ferrocarril, puentes), de empresas, de cultivos agrícolas, de stock industrial…

Ramas sectoriales afectadas

  • Sector primario (agricultura): cultivos arrasados, naves inundadas, sistemas de riego colapsados.
  • Sector secundario / industrial: muchas actividades en polígonos industriales quedaron paralizadas o con daños severos en maquinaria.
  • Sector terciario / servicios: hostelería, comercio local, turismo… sufrieron un parón. Además, el efecto cadena sobre el empleo fue notable.
  • Infraestructura logística y transporte: por ejemplo, el puerto de Valencia clave para comercio exterior vio afectadas sus operaciones.

Efectos a medio plazo y reconstrucción

La reconstrucción tiene doble filo: por un lado genera actividad reposición de capital perdido puede dinamizar el PIB; por otro, la destrucción inicial limita el crecimiento durante tiempo.

El reto es que la reconstrucción no quede en parche sino en reforzamiento: infraestructuras más resilientes, mejores sistemas de drenaje, planificación urbana más adaptada. El Gobierno ya aprobó nuevas medidas de urgencia para reforzar la respuesta frente a la DANA.

Lecciones económicas clave

  • Una catástrofe así muestra que los costes internos de un territorio pueden tener repercusiones nacionales: una zona que representa un porcentaje significativo del PIB se ve golpeada y arrastra el resto.
  • La necesidad de liquidez rápida para empresas y autónomos: tiempo de inactividad = pérdida de factura, de puesto de trabajo, de tejido productivo.
  • La reconstrucción como oportunidad de “mejora” frente al “volver a como estaba”: inversión en adaptación climática, resiliencia, infraestructuras verdes.
  • Pero también un riesgo: que se genere “economía de emergencia” que no atiende al largo plazo, con ayudas dispersas, burocracia lenta.

IMPACTO POLÍTICO E INSTITUCIONAL

Gestión de la emergencia

La respuesta institucional ante la DANA ha sido objeto de análisis y controversia. Se analizaron los protocolos de aviso, evacuación, coordinación entre diferentes niveles de la administración (local, autonómica, estatal) y la eficacia de los recursos de emergencia.

La premisa es que, aunque los fenómenos naturales no pueden evitarse, la gestión prever, alertar, evacuar, asistir y reconstruir marca la diferencia entre una catástrofe grave y una tragedia aún mayor.

Medidas adoptadas y reformas

Como se ha señalado, el Gobierno aprobó un Real Decreto-Ley con medidas urgentes de reconstrucción y refuerzo para afectados por la DANA.

También se activaron fondos europeos y mecanismos de apoyo para la vivienda, empresas, servicios culturales, entidades locales. Este proceso político-administrativo es clave para que los efectos no se prolonguen indefinidamente.

Debate político, responsabilidad y prevención

La DANA también pone sobre la mesa preguntas incómodas: ¿estaban los territorios preparados? ¿Se priorizó la prevención del riesgo hídrico, la gestión de barrancos, la urbanización en zonas vulnerables? Algunos informes señalan que el desastre evidenció “el fracaso de España frente a la crisis climática y de vivienda”.

Este tipo de fenómenos actúan como prueba de esfuerzo para el estado del bienestar, para la gobernanza territorial, para la coordinación de emergencias, y para el compromiso político con la adaptación al cambio climático.

Oportunidad política y desafíos futuros

La catástrofe abre una ventana o debería abrirla para una política pública renovada: urbanismo sostenible, infraestructuras resilientes, alerta temprana, fondos de contingencia, seguros de daños, implicación comunitaria.
 El desafío es que esa oportunidad no se convierta en olvido cuando desaparezca la urgencia mediática. La política necesita horizonte más allá del corto plazo.

IMPACTO SOCIAL Y HUMANO

Víctimas, desplazados, hogares perdidos

Más allá de los números económicos, la DANA dejó seres humanos con pérdidas irreparables: vidas, casas, recuerdos, seguridad. En la Comunidad Valenciana, por ejemplo, se reportaron miles de viviendas inhabitables, miles de personas desplazadas, menores sin escolarizar a raíz del desastre.
 La dimensión humana exige que visibilicemos los rostros detrás de las cifras: la familia que perdió su negocio, el agricultor que perdió su cosecha, la comunidad que quedó aislada por un puente cortado.

Tejido social, solidaridad y fracturas

En momentos de crisis, emerge la solidaridad: ciudadanos voluntarios, ONG, redes sociales de apoyo. Pero también se evidencian las fracturas: los más vulnerables sufren más, los barrios más pobres o con menor capacidad de recuperación quedan rezagados. Organizaciones como Amnistía Internacional han señalado que la ayuda no llegó por igual a todas las familias afectadas.

El tema migratorio también aparece: unas 60 000 personas migrantes fueron afectadas y muchas no recibieron asistencia.

Educación, salud, vivienda y empleo

La catástrofe golpea los pilares sociales: niños sin escolarizar, viviendas inhabitables, riesgos sanitarios emergentes. El empleo se resiente: empresas paralizadas, autónomos sin ingresos, evasión de inversiones. El bienestar de las comunidades depende de la rapidez y eficacia con que se restituya la normalidad y de que se construya una mejor “normalidad”.

La vivienda es un pilar clave: un techo seguro tras un desastre natural es elemento básico de dignidad y recuperación.

Resiliencia comunitaria y memoria colectiva

Las comunidades afectadas afrontan no solo la reconstrucción física, sino la reconstrucción de su historia, de su memoria colectiva: ¿qué pasó? ¿Por qué? ¿Cómo lo evitamos en el futuro? Este proceso psicológico y social es tan importante como la reparación económica.

Hay que acompañarlo de educación al riesgo, de participación ciudadana, de reflexión sobre el territorio, la vulnerabilidad, la adaptación al cambio climático.

Impacto cultural y simbólico

Paisajes, patrimonio y memoria

Cuando el agua arrasa, también lo hace con lo simbólico: patrimonios locales, construcciones tradicionales, paisajes que configuran la identidad de un territorio. La recuperación cultural implica restauración, pero también reinterpretación del territorio ante un clima que cambia.

El fenómeno de la DANA ha provocado que términos antes técnicos lleguen al lenguaje común (“gota fría”, “DANA”) y que esa experiencia quede incorporada a la memoria colectiva. “Dana” incluso fue elegida palabra del año 2024 por la Fundéu RAE.

Cambios en la forma de habitar, en la resiliencia cultural

La catástrofe impulsa cambios culturales: cómo construimos, dónde construimos, cómo valoramos lo natural, cómo entendemos la vulnerabilidad. Se abre paso una nueva cultura de riesgo, de preparación, de adaptación.
 Las historias de los afectados muchas veces invisibles, locales empiezan a tejer una narrativa de resiliencia que será parte del legado cultural de la región.

Medios, representación, testimonios

Los medios de comunicación, las redes sociales y la cultura popular (fotografía, cine, literatura) estarán llamadas a reflejar este episodio. La DANA dejó imágenes que impactaron: ríos desbordados, barrios bajo el agua, personas rescatadas. Esa representación crea una conciencia colectiva que puede transformarse en acción.
 Testimonios cercanos, relatos de quienes vivieron el suceso, permiten que la catástrofe deje de ser “algo que le pasa a otro” y se convierta en una cuestión de todos.

CAMINO HACIA EL FUTURO: PREVENCIÓN, ADAPTACIÓN Y RECONSTRUCCIÓN

Infraestructuras y ordenación territorial

Una de las lecciones claras es que no basta “volver a como estaba”; hay que transformar. Las infraestructuras hidráulicas, los barrancos, los cursos de agua, la urbanización en márgenes de rio o zonas vulnerables deben revisarse.
 La planificación territorial tendrá que incorporar con más rigor los escenarios de riesgo, los efectos del cambio climático, la variabilidad meteorológica.

Financiación, seguros y solidaridad

La magnitud de los daños exige recursos. Fondos nacionales, europeos, seguros privados, avales… todo juega. Ya se adelantaron apoyos, pero la reconstrucción debe estar acompañada de garantías de que no volveremos a la casilla de inicio ante el próximo evento.

La solidaridad entre territorios, la cooperación entre administraciones y la capacidad de movilizar recursos rápidamente se ha mostrado clave.

Cultura de riesgo y educación ciudadana

Prevenir es también educar. La sociedad debe conocer los signos de aviso, los cauces de evacuación, los protocolos de actuación. Las escuelas, los municipios, las comunidades de vecinos deben integrar esa cultura.
La participación ciudadana, el voluntariado, la comunidad local como actor de resiliencia tienen un papel esencial.

Cambio climático y adaptación

La DANA no es un hecho aislado: su aumento en frecuencia o intensidad puede estar vinculado al calentamiento global.  En ese sentido, la adaptación al cambio climático, la gestión del agua, la revisión de la urbanización costera o ribereña, la transición ecológica tiene un vínculo directo con la prevención de nuevas catástrofes.
 El futuro exige una mirada más larga, una visión integrada entre clima, territorio, sociedad y economía.

Cuando el agua se retiró, dejó lodo, estragos, recuerdos imborrables… Y también dejó una lección: que vivimos en un entorno que cambia, que la naturaleza puede imponerse cuando la preparación es insuficiente, que la vulnerabilidad es tan real como nuestra capacidad de resiliencia.

La historia de la DANA y de los territorios que sufrió no se reduce a un evento meteorológico. Es una historia de sociedad, de economía, de cultura, de política. Y es también una historia de esperanza: de reconstrucción con sentido, de oportunidades para rehacer mejor, de transformación en lugar de simple reparación.

Para los lectores de Magazin Digital, este especial quiere ser más que un reportaje: un espejo en el que veremos qué somos, qué queremos ser y cómo estamos dispuestos a afrontar un futuro en el que fenómenos como la DANA pueden volver, y quizá con mayor intensidad.  Porque hoy, más que nunca, prepararnos no es un lujo: es una urgencia.

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